Cada 24 de diciembre, los cielos del planeta reciben a su viajero más esperado: el Viejito Pascuero. Desde su hogar en el Polo Norte, emprende una aventura que, más allá de la magia, implica una travesía aérea sin precedentes. Pero ¿qué tan complejo sería este viaje si lo analizamos desde una perspectiva real? Para ello, conversamos con un ex Oficial de la Fuerza Aérea de Chile, piloto de combate e integrante, en su momento, de la Escuadrilla de Alta Acrobacia “Halcones”, nos referimos a Alex Voigt Grünwald, de vasta trayectoria, quien nos ayudó a entender los desafíos técnicos a los que se somete una aeronave, como así mismo a la preparación física y mental de un piloto ante un vuelo extremadamente exigente.
El hogar en el fin del mundo
El Polo Norte es el escenario mítico donde Papá Noel tiene su residencia. Allí, rodeado de hielo perpetuo y auroras boreales, se encuentra el taller secreto donde los duendes fabrican juguetes y los renos entrenan para el gran vuelo. Pero despegar desde ese punto del planeta ya es un reto en sí mismo: las condiciones meteorológicas son extremas, con temperaturas bajo cero, ventiscas y escasa visibilidad.
El tiempo como barrera límite
Nuestro destacado piloto nos explica que, lo primero que visualiza mentalmente es la altísima complejidad de cubrir tantos destinos en una sola noche, sin que sea detectado y sin cometer errores. Ni el avión más rápido del mundo podría hacerlo, aunque cuente con la más avanzada tecnología y que el piloto sea el mejor de los mejores, altamente preparado física y mentalmente para la alta exigencia de vuelo (velocidad, fuerzas G, stress), en la práctica, simplemente es imposible. En ese sentido, la tradición de la Navidad se nutre de un elemento esencial: la magia.
Turbulencias, climas y radares
Desde una perspectiva aeronáutica, nos comenta que los mayores desafíos serían el clima y la navegación. “La atmósfera es muy cambiante. Imaginemos cruzar desde el Ártico hacia Sudamérica: hay tormentas polares, corrientes en chorro que pueden sacudir cualquier aeronave y fenómenos como la turbulencia en cielos despejados, que no se detecta a simple vista”.
Además, en pleno siglo XXI, el Viejito Pascuero debería enfrentarse a otra realidad: el control del tráfico aéreo. “Hoy los cielos están más controlados que nunca, con radares y satélites capaces de detectar cualquier objeto. Un trineo que cruza fronteras a alta velocidad levantaría muchas alarmas”, señala.
Don Alex Voigt Grünwald
La magia como solución
Por supuesto, la tradición tiene sus propias respuestas. El trineo no solo vuela gracias a los renos, sino también gracias a una energía inagotable que lo hace invisible a ojos humanos y radares modernos. Rodolfo, con su nariz luminosa, cumple un rol similar al de un sistema de navegación avanzado, permitiendo atravesar nubes densas y tormentas nocturnas.
El verdadero motor del viaje
Más allá de radares, turbulencias o cálculos de tiempo, el viaje del Viejito Pascuero es un fenómeno cultural que trasciende las fronteras. Cada diciembre, se convierte en un puente simbólico entre pueblos, tradiciones y generaciones. Y, aunque desde el punto de vista de la aviación sería imposible, su travesía nos recuerda que hay vuelos que solo pueden realizarse con fe, imaginación y espíritu navideño.
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